lunes, 18 de marzo de 2013

Barsut, pasado y futuro (inmediato)


Barsut está en el ruedo: toca tangos, vals, milongas, lee a Roberto Arlt. Hace cosas de otros y hace cosas suyas.
Barsut nació a finales del año 2011 en un intento por acercar música y literatura. La voz del Beto Flores, las guitarras de Diego Antico, Cintia Trigo y Agustín Urbicain y el cajón peruano de Lucas "El negro" Hernádez hacen el ruido necesario y acompasado.
El 13-3 estuvimos en el Torquato Tasso junto el cuarteto la Púa y Black Rodriguez Méndez.

El 19-4 estaremos también junto a ellos tocando en el CAFF (www.caff.com.ar
)

Cadáver reminiscente (Archibaldo Papeli)

Dejate caer


En la velocidad del caballo

en caballos y en églogas


En mi vientre blanco

en tu eco

o en los pliegues de la tela


No recuerdo el nombre del que llega

Caer en precipicios

de tus negros ojos

quedar suspendido



En el espacio completo

el crecer de la clemencia los cubrirá


Y los párpados de Elena

me bañarán

con agua caliente.


Archibaldo Papeli 16-02-07

Algo me dice que las cosas no son tan verdaderas (Archibaldo Papeli)

Algo me dice que las cosas no son


tan verdaderas, que los puentes

no llevan buen puerto, que…



Ciénaga de tus ojos

trifulca de tus labios
déjate caer en mi eutanasia

que aparece aquello que recordamos



A veces, no me gustaría estar del otro lado.

En el lugar de los otros.

Consabido coral

el de tu vientre

astrolabio divino

murmullo errante



Del otro lado las veredas son ocre y

el cielo, parece de mentira.


Abruman las voces cuando compiten por prestigio

lunes, 9 de julio de 2012

Diálogo de sordos (Archibaldo Papeli)

P.: ¿Existe Dios?
R.: Es verde pero también roto.

P.: ¿Cómo se manifiesta la infamia?
R.: Aunque el tintorero diga lo contrario de Corea, el
supermercado celebra.

P.: ¿No vamos a seguir leyendo?
R.: Puede ser que sí.

P.: ¿Por qué vivimos?
R.: Eso no.

P.: ¿Pueden escribir y leer al mismo tiempo?
R.: Algo inenarrable.

P.: ¿Cuatro lechugas y dos tomates es una ensalada?
R.: En el puente que cuelgan hilachas de oro.

P.: ¿Cómo se mide la sensación térmica?
R.: Sí, aunque haya otro.

P.: ¿Qué le pareció la obra?
R.: Con alas atadas.

P.: ¿Qué emana la manada?
R.: Eso, justo, no lo se.

P.: ¿A qué hora llega tu papá?
R.: Corazones de adorno.

P.: ¿Ya terminaron de escribir?
R.: Uno, dos, tres, cuatro.

P.: ¿Qué leemos en la piedra?
R.: Porque el sexo lo pide.

P.: ¿La cáscara del maní qué color tiene?
R.: Porque así es la vida che!

P.: ¿Cuántos colectivos 111 hay en total?
R.: Soy mujer y qué.

P.: Hay culpables en el caso del caracol arrugado?
R.: A treinta mil ojos.

P.: Existen los extraterrestres?
R.: Porque cuando vino él ya no estaba.

P.: Cómo fue el rostro a la mañana?
R.: Porque sí.

P.: ¿Por qué me llamó el tarado?
R.: Siempre él será el culpable.

P.: ¿Por qué soy Cristo, Señor?
R.: Porque cuando vivimos desparejos somos así.

P.: ¿Hay moscas que pican?
R.: Soy, me basta.

P.: ¿A cuántos kilómetros está Estambul?
R.: Porque lloro a diario.

P.: ¿Qué hora es?
R.: No se, pero me gustaría saberlo.

P.: Cuando morimos ¿vamos al cielo?
R.: Digamos que a veces sí, a veces no.

P.: ¿Es él de oro?
R.: Sí, eco, sí.

P.: ¿Por qué nace la duda?
R.: Claro, claro que sí.

P.: ¿Dónde se come lagarto?
R.: Cuando seas más grande lo vas a saber.

P.: ¿Hay vida más tarada que la de los pobres pies?
R.: Fe en mí.

P.: ¿De quién es este libro?
R.: A preguntas necias respuestas sordas.

P.: ¿Dónde está el infierno?
R.: Cristian te lo puede contestar.

P.: ¿Vos qué colectivo te tomás?
R.: ¿…?


Archibaldo Papeli Bs. As. (Palermo) 2006.

Utopía (Adilo)

El pájaro sin color

el búfalo sin canto
Al arribar:
el pecho ahogado

bosque de olvidos

una espesura abandonada

techo de lástima.

El gaucho que nunca fue

matrero

pendenciero

apocalíptico

Y hay
ese bosque

que no dice
todas las
palabras

no dichas
todos
los libros

quemados

las miradas

silenciadas
y ese
bosque

que ahoga …

lunes, 2 de julio de 2012

SÁBADO 7-7 TANGO NOMÁS

Este sábado en Palermo hay tango. Se presentan el dúo de guitarra y voz compuesto por Agustín Urbicaín y el Beto Flores con repertorio tradicional tanguero, BARSUT-dúo de guitarras más voz- presentando un varieté de clásicos y temas propios, y De Barro Trío conjunto de folklore y tango.

martes, 24 de abril de 2012

Los Artrópodos en la 38 Feria del Libro Bs As y en La ventolera Salta

Sábado 5/5 La ventolera- Salta
Viernes 27-04 La Rural
Stand 133 del Pabellón Azul La Rural


www.milenacaserola.blogspot.com
www.la-periferica.com.ar

El LP de los Artrópodos


Ha llegado El LP de los Artrópodos editado por Wacala, con tres cuentos del libro y el debut de BARSUT en la escena del Tango!



www.discoswacala.wordpress.com
www.milenacaserola.blogspot.com




lunes, 27 de febrero de 2012

Comic Los Acetones (El Gavilán)


Dibujos del Gavilán Entrega N° 1





1945-2010 (El Gavilán)

1945, Sarandí, ciudad en ascenso. Dos acaudaladas familias se disputan la hegemonía de la industria de cueros y encurtidos. Una de ellas, la más próspera, proviene de Italia, tiene el poder político y la estructura económica para llegar a la cima; la otra proveniente de Armenia, la sigue de cerca.

Eran tiempos de zozobra en Sarandí por la reasunción del presidente Juan Domingo Perón en 1952. En un intento por desbancar a los Zuccarelli, los Nigogosian deciden actuar instalando una bomba debajo del coche del jefe de la familia ítaloamericana. Los Zuccarelli, que se encontraban en estado de alerta, responden a la afrenta disparando a uno de los vástagos de Nigogosian mientras éste intenta colocar el dispositivo. Agonizando hace detonar la bomba diezmando así al clan Zuccarelli; llevándose, incluso, la vida del jefe de la familia.

Hoy en día este odio acérrimo de estos dos antagonistas continúa…

2010, Sarandí. Un Audi A4 espera en la puerta de una lujosa casa de dos pisos. A los lados de la entrada se encuentran sendos guardaespaldas armados.
Del otro lado de la calle dos del clan Zuccarelli esperan alerta dentro de un Peugeot 206.
- Va a salir el viejo, estate atento.- dice uno de los ítalos mientras retrae la corredera de su Glock.
El viejo Nigogosián sale de la casa, uno de sus hijos camina a su lado y le rodea el brazo por detrás de la cabeza. Un custodio le abre la puerta trasera del auto.
-Es ahora o nunca- dice el que se encuentra del lado del conductor. – Vamos a reventarlo.
Salen del coche los de Zuccarelli con impaciencia y blandiendo los fierros. Los Nigogosian desenfundan, uno de ellos pela una Uzi; los demás, 9mm.
El del asiento del acompañante es alcanzado por una bala a la altura de la boca proveniente de la ráfaga de la Uzi. El conductor logra bajar a un guardaespaldas; al otro, apenas lo hiere.
La empresa resulta infructuosa, el sobreviviente logra escapar en el 206 azul en el que venían. Descubre, al pisar el embrague, que ha recibido un balazo en la pierna izquierda. Mira por el espejo retrovisor, lo vienen siguiendo.

Cae la noche en Sarandí. Los Nigogosian le pierden el rastro al súbdito de Zuccarelli, que fundió el motor tras la persecución.
Éste divisa una luz llegando a la esquina de Ramallo y Alpatacal y las letras en rojo con la palabra “Remisería”. Pide un auto, éste sabe que lo van a estar buscando durante toda la noche (o durante toda la vida) para encontrarlo si es necesario.
Se sienta en la parte delantera de un Duna blanco y apuntando su arma al costado del remisero le dice:
- Hacete el boludo, arrancá, me tenés que guardar en algún lado pero no tengo plata – Tantea en los bolsillos-. Quedate piola que no te va a pasar nada, en cuanto pueda te pago el viaje.
- Tengo unos amigos en la villa de atrás de Auchan.
- Perfecto, gracias.
- ¿Puedo poner la radio?
El hombre de Zuccarelli asiente con la cabeza. Mientras, Mariano Closs desinformaba en Radio La Red.
A unas cuadras más adelante baja el remisero del auto y explica lo acontecido a un amigo. Los invitan amablemente a pasar. Muchas personas se encuentran reunidas en torno a una mesa larga regada por mucho vino y se escucha chamamé a un volumen exorbitante.
El herido pide hablar a solas con el dueño de la casa. Este accede y salen fuera, lejos del bullicio del chalet. Le pide ayuda mientras le muestra la herida que lleva en su pierna.
El otro, de forma indolente, le comenta que ni en pedo llamarían a un doctor para que lo asista allí mismo, y menos por una herida de bala, puesto que en esa casa se vendía paco y merca, y no era conveniente que anduviese rondando la policía en busca de averiguaciones.
El ladero de Zuccarelli hace ver su arma en la cintura con gran esfuerzo. Casi jadeando exige que se le preste un coche y plata para ir a atenderse.
- Quedate pillo, gatazo. Si necesitás guita la vas a tener que laburar.- dice el anfitrión mientras dispara un cuetazo al suelo con su revólver calibre 38.- vamos a comer, amigo, me caíste bien.
Al cabo de unos minutos el huésped se sentía más a gusto que en su casa. Una de las chicas le había puesto pervinox en la herida y había improvisado un torniquete con un pañuelo. Meta vino, meta chamamé, los visitantes se fueron soltando.
-¿Y de dónde los conocés a ellos? – Pregunta al remisero el empleado de Zuccarelli.
-Son amigos de la noche…- sentencia cual bardo el chofer de remis mientras mira al cielo.-…me ayudan a pasar en vela esas noches de dolor a las cuales uno va sometiéndose a diario…
- Cayate, logi ¿Qué te hacé si vení a comprar merca siempre porque es el único lugar donde se te fía?- Lo interrumpe una gordita, la más picante, desatando una catarata de risotadas y descalificaciones.

Más allá, mientras comenzaba la noche, Nigogosian hijo recoge del suelo la billetera del hombre de Zuccarelli. “Juan Carlos Fernández” rezaba su documento.


____________________________FIN


viernes, 18 de noviembre de 2011

LOS ARTRÓPODOS



CONTRATAPA:
Animales místicos y diminutas criaturas, algunas bien tangueras, ruedan por el asfalto, el cielo y la tierra. Estampas habituales de suelas, paredes y parabrisas han ganado el espacio otro; el de las letras.
La diversa y numerosa pléyade aquí reunida está compuesta por las más disímiles figuras. Desenfadadas saltarinas, tejedoras de entuertos, imparables peregrinas, duelistas apasionados, azotadoras de lámparas e inopinadas golpeadoras de rostro de caminantes entre otras, secretan sobre estas hojas sus desiguales relatos.
aa
Los Artrópodos, primer volumen de cuentos de Alberto Díaz Flores (1984) que se define a sí mismo como tanguero, místico y pechador es un varieté florido de relatos de diversos géneros atravesados todos por una misma unidad temática. Nacidas en Sarandí y con fileteados milongueros, las tramas van en busca de generar los diversos climas que las criaturas mentadas precisan para su existencia imaginaria. Desde el relato policial al cuento-tango, pasando por el trhiller y la psicodelia con tonos dramáticos, absurdos y humor lunfa, el compendio es una telaraña dispuesta para atrapar al ávido lector. Editado por Milena Caserola (www.milenacaserola.blogspot.com)
a
a
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Se consigue en:
www.la-periferica.com.ar

Librerías:

LIBRERÍAS HERNÁNDEZ: AVDA. CORRIENTES 1311
GAMBITO DE ALFIL: BONIFACIO 1402
FEDRO: CARLO CALVO 578
ETERNA CADENCIA: HONDURAS 5574
LIBRERÍAS DEL PASAJE: THAMES 1762

sábado, 12 de noviembre de 2011

17-11 Juli y Los Espejos en vivo!

Puntual


Próx. Jueves 17.11
21 hs
En La Ratonera, Corrientes 5552 (esquina serrano)

- Proyeccion del corto "Ahí está el escritor", de Germán Cortés con las actuaciones de Beto Flores, Sergio Pángaro y el Gavilán
- Expo de fotos de Flor marconi
- Expo de dibujos de MMangieri
- Beto flores y las guitarras tiranas (Cintia Trigo y Diego Antico) ofrecen su efímero show.
- Juli Canta al piano con amigos
Lectura de poesias, libros y discos a precios ridículos!

Nos vemos, alegres!

lunes, 31 de octubre de 2011

PRESENTACIÓN DE "LOS ARTRÓPODOS" de Alberto Díaz Flores






Gracias a todos los que movieron las cachas para que este humilde evento sea digno de recuerdo, al menos para mí: Diego Antico, Lara Seijas, Juli, El Gavilán, Nati, Hilda, Vasco, el Alemán, Wacala, Bar de La Tribu 88.7, Club Rosa Molesta, Milena Caserola.
A Sabri por las fotos, a Marina por la filmación y a todos lo que vinieron!
Alberto.-

los artropodos from german cortes on Vimeo.




JUEVES 10.11 A LAS 19.30HS

PRESENTACIÓN DEL LIBRO

"LOS ARTRÓPODOS"

DE ALBERTO DÍAZ FLORES

EN EL BAR DE FM LA TRIBU Club Rosa Molesta

miércoles, 12 de octubre de 2011

JULI Y LOS ESPEJOS - Nuevas canciones en myspace




Alegres amigos:



Aprovecho esta oportunidad para dejarles el link al myspace de Juli y Los Espejos.



Con adelantos, tipo demo o algo asi, del futuro disco "Vida, Muerte y demas".



Se viene la fiesturba aniversario de Los Alegres Comediantes en noviembre en "La Ratonera".







Besos, miles, miel, mucha, cachetazo tambien.

http://www.myspace.com/juliylosespejos

lunes, 26 de septiembre de 2011

LOS ACETONES EN VIVO

Este Viernes 30 de Septiembre
invitados por la fiesta ALL NYLON

LOS ACETONES

Presentan Nuevo EP

"El Regreso de los Muertos Vivos", con 4 Temas adelanto de su proximo LP.

En el Salon Real (Sarmiento 1272, cap) a las 23hs.

Las Primeras 15 Personas que ingresen se llevan un disco Gratis!

y ademas, Entrada y Cerveza Gratis hasta la 01:30

Los Acetones en el Salon Real en Facebook http://www.facebook.com/event.php?eid=200046510061606

Escucha Los Acetones en www.myspace.com/losacetones

www.discoswacala.com.ar

www.discoswacala.wordpress.com

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Nachocimiento (Marina Mangieri)


La única manera de hacerte es a través de una obsesión. Obsesionarme con tu cuerpo, tu cara, tu sonrisa, tu mirada, tu mandíbula que recorta. Mirarte fijo por horas y recordarte las horas restantes. Encontrar en las formas tu ser desdibujado. Trazar líneas bailarinas en mi pupila con las notas de una canción callada por mi retina. Desmenuzarte hasta separar todas tus partes y volverlas a juntar; después desarmarlas de vuelta como un rompe-cabezas infinito en el que cada pieza debería encajar con todas las restantes de todas las maneras posibles. Lo imposible es sólo una condición. El infinito se termina.
Estudiarte anatómica, antropológica, psicológica y lógica Mente fuera de mis manos, ser amiga. Tocarte, ser amante. Conocerte mejor que nadie y ser madre. No me preocupa el resultado, me desvela el proceso. El hecho de meterme a recorrer tu humanidad y tu bestialidad con esa forma que es tu cuerpo lleno de alma, me posee.
Tú.
Ser detective, pintora y cirujana. Lo que siempre quise en una misma actividad. Estar al lado tuyo haciendo todo esto y que vos ni te lo imagines. Acechadora a la vista. Todo tiene su parte oscura, la recreación es realmente oscura. La creación es luz. Me reservo esta sombra movediza que me condena al placer voyeurista, retorcido y creativo.
Cuando estés terminado vas a leer esto, vas a echar una sonrisa sólo para largar el aire contenido de tu ser y me vas a mirar de otra manera tratando de conservar ese último aliento sólo para vos. Hasta quizás tu mirada ya no sea la misma.

Así,
esta obra es de los dos.
El que no muere no vive.
El que no mata no crea.
Un crimen de vida.

lunes, 15 de agosto de 2011

¡Bienvenido mi amigo! (Adilo)

Se que venís como

______Un barco

cansado

_lamiendo tus zapatos


se que colmás cada

_____minuto

___con tu arte

______abrasador!


Mi amigo

__dame un poco

___de tu languidez

_dame un poco de tu

____pudor

y de tu canto

___de tu planto…

Amigo …

______________________________________________Paternal, 12-08-11

Lluvia de palabras pro Cristian o, mejor dicho, trampa oral por orden 18-08-06 (Adilo)

Cimentando mi amor, amigo, te encapsulo aquí.
Maxi lee. Programáticamente.
Compañero, aquí va una compo
composición que canta tanta
energía tallereana.


Y aquí vamos sembrándonos unos a otros

energía solidaria.

Naftalina que corre por tu memoria,

fiel amigo, te recuerda. Y añoro

tu tenue lectura.

Habremos de derretirnos en un poema sin

ton ni son. Habremos de sentarnos en un

banco en la plaza, cerca de Virrey Arre-

dondo, a plasmar unos mates que

enjuguen nuestra melancolía. Sabrás de

la noche, sabrás de la ciudad próspera

en la que nada se dice, todo se piensa

o se masculla…

Y sabrás, gran poeta, de la salsa de

Tomate (mientras vuelan pájaros aquí

cerca) que, caliente y acebollada,

se plasma en una danza junto a

tallarines blancos y bien mastica-

bles (diríamos “al dente”)?

No me beses en la nuca, sabés que es

Mi lugar predilecto. Mejor dame bolitas

de pan, remojadas en leche tibia.

Sabés que yo suturo continuamente

tu mirada en el espejo de la mía?

No me creés, ya se… vos sos muy

Lagartija para estas cosas. Lo cierto

es que estamos aquí, granjeándonos

nuestra propia amistad pueril…

Hice una pausa monorrima, para decir

ciertas pavadas que el vulgo no escucha,

ni deja degustar en su hercúleo paladar.

El vulgo me gusta, es siempre tan

sincero!! Y los murmullos pasan a la eterni-

dad, silenciosos, formando el bagaje de

nuestra pequeña historia.

lunes, 6 de junio de 2011

Los duelistas (Alberto Diaz Flores)



Es la hora de la siesta en Sarandí. Un bicho bolita y una araña chamuyan en el patio delantero de una casa. El arácnido intenta disuadir al crustáceo de que se trence en combate singular con un insecto, más precisamente con un grillo, por una chapulina que accidentalmente viajó desde Méjico en una valija. El duelo ha sido planificado para la hora en el que el humano salga a fumar al sol.
- Querido amigo mío, piense un poco más antes de hacerse achurar. Es usted un ser pacífico y reflexivo; su rival, en cambio, un vil agitador muy peligroso. Además todo este asunto de perder la salud por un beguen con una mina es un desatino.
- Mire amigo, esto va para usted y para todo aquél que ose hablar mal de ella: no es gratis. Los amigos perderán mi querer y los insectos sus patas y sus alas. Y si usted sugiere camarada que yo debiera sentir miedo me veo en la obligación de decirle que ignora mi naturaleza. Mi tegumento es estampa de coraje y cuando quiero, quiero.
- Querido, yo nomás digo que un globo debe estar inflado para que reviente. Y prefiero perder su amistad a extrañarlo por fiambre: esa criatura no lo quiere bien pues corresponde a otro a la vez que a usted.
- Yo sé lo que dice la gilada, y sé bien qué dice el poligriyo que dice que…Ahora bien, dígame usted... ¿¡Lo ha visto con uno al menos de sus muchos ojos!?
- Pues no. Pero lo han junado las hormigas que parlan que da calambre pero que no conocen la mentira.
- Esas ‘va y vienen’ llevan y traen rumores nomás, y ninguna supo decir con certeza de dónde partió el barco.
- De todos modos, ¿Qué busca usted con ella? ¿Qué es lo que busca realmente amigo? Costumbres y ciclos distintos no encuentran comunión mayor que una paz a la distancia. Usted está cegado por un entrevero fulero y, ciertamente, tal estado de recelo y obsesión no se nombra con la palabra amor. Y déjeme decirle algo más, usted no ha de tener satisfacción alguna: las disímiles anatomías no favorecen ni siquiera los festejos que merece el querer.
- Amigo, yo ya no ando en busca de más nada. El amor es el hilo que me ha atado al destino de aquella hermosa criatura. ¿¡Ciego!? Sí. ¿Prendido? También. Pero me he cansado ya de rodar y ella me ha hecho volar. Y no sea otario; no se deje llevar por las apariencias que hay berretines que despiertan la suspicacia de un modo especial y siempre existe un rebusque para lograr lo que se añora.
- Lamento ver cómo se ha plantado tan terco en este sinsentido. Ya no puedo perder más el tiempo en disuadirlo pues se acerca el momento de la verdad; ya escucho los terribles pasos que son el prólogo del entrevero. Escúcheme bien, no hay chance de que usted salga victorioso de la contienda. Aguante como pueda el asedio que el escarabajo que apadrina a su rival lo quiere bien a usted y ha sido listo en la elección del sitio y del momento del duelo; una vez que el humano manye la riña no se podrá contener e intervendrá. Ya lo hemos visto rescatar a más de un artrópodo en aprietos.
- La vida es timba y rebajar los naipes es mula ¿¡Cómo me han podido jugar esta mala pasada!? Yo no preciso su compasión ni la de nadie patudo: yo me juego entero. Sepa que siento un gran desprecio en este momento por usted y por el napiún aquél pero no quiero desviar mi encono ni siquiera un instante de mi contrincante.
- Quédese piola amigo que el cartel de guapo ya se lo ha colgado al llegar a esta instancia. Y siga mi consejo que si hemos jugado a sus espaldas es porque usted está muy cerca de la hoja y se pierde el rosal.
- Usted no me entiende. Sólo hay cara o cruz para mí; el resto es ignominia. Y por más que le cueste hacerse a la idea, la huesuda anda refistoliando el ring para llevarse a alguno de los dos.
- Ojalá se equivoque amigo, por su bien. No me gustaría verlo irse por la rejilla por un mero orgullo de purrete.
El humano sale al patio y prende un cigarrillo. El bicho bolita le grita a su rival que es la hora de la rosca. El grillo, que se encuentra en su esférico dormitorio amplificador, al escuchar el llamado se frota las alas unas cuantas veces haciendo mucho ruido para preludiar su salida que se produce momentos después.
Reunidos la araña, el escarabajo y los duelistas se procede a la pregunta de rigor. El crustáceo toma la palabra:
- Si el boletero desagravia a la percantina no hay bondi. De lo contrario demando satisfacción.
- Bola de humo, yo no tengo nada que decir excepto que lo mejor sería que te guardes abajo de un adoquín- retruca el grillo.
- Caballeros, síganme entonces- dice el escarabajo.
Los cuatro marchan hasta una baldosa de color amarillo y se detienen. Luego de brindar suerte a los rivales, los padrinos se retiran a la baldosa contigua de color azul. Ya frente a frente los masoquistas se miden unos momentos y luego se entreveran de lleno en la danza mortuoria.
El grillo, veloz, lo sacude fuerte un par de veces a su enemigo con afán de dejarlo panza para arriba, pero no logra tener éxito. Sus mandíbulas intentan luego desgarrar, en vano, la coraza del crustáceo pero éste hábilmente se articula en todo momento para evitarlo.
Mientras tanto, en un jardín cercano, un saltamontes apalabra a la fémina que al tacho se disputan los duelistas. Elogia su verdor y no le miente al decirle que nunca ha visto otra igual. Ella corresponde el coqueteo y salta de hoja en hoja presumiendo su figura. El varón entonces, envalentonado, frota sus patas contra sus alas cantando a la percanta su promesa de amor y libera sus vahos eróticos en un intento de prender la mecha.
Por esos momentos, los masajistas continúan la contienda. El bicho bolita, astuto, se coloca cerca de los límites del ring y aprovecha una envestida de su rival para hacerlo pasar de largo rodando como una bola. El grillo, que se ve obligado a frenar bruscamente para no salirse de lo límites del ring, queda indefenso y muy cerca de su rival que logra montarse con un saltito sobre sus espaldas.
El humano fuma y camina el patio mirando al cielo por momentos, sin reparar en la escena bélica; ocupa su zabeca el recuerdo de una mujer a la cual ama.
La araña y el escarabajo se miran con terror. La certeza, por vez primera, del fracaso de su estratagema se hace patente: los errantes pasos del gigante se han convertido en riesgosos para los andantes del ras del suelo. Intentan advertir del peligro a los opuestos que no cesan en su lucha; pero éstos, en trance violento, se niegan a detenerse obsesionados con la muerte.
La inadvertida parca se emociona. Puede anticipar la repentina sombra que se posará sobre los duelistas y se imagina la fantasía de la suela de los camambuses del humano que será el instrumento de su doblete.
Más allá, la que brinca como bola de hule y el pardo rebotero han terminado su alegre fiesta y descansan en un colchón de hojas secas.

viernes, 3 de junio de 2011

Gotas que caen sobre asfalto caliente (Los dulces)



"Gotas que caen sobre asfalto caliente"
(Los Dulces - "Sarandí o todas las cosas"- 2009)

Primer clip del compilado "Música para peluquerías 2"
Dirección: Julián Nugnes
DF: Leonardo Val
Producción: Laly Lazaro, Marianela Sberna, Vero Porrez
Arte: Marie Besutti y Teté Pugliese
Estrellas: Sergio Pángaro y Lucila Santoro.
Edición: El aleman y Barbara Lago

http://www.discoswacala.wordpress.com.ar

miércoles, 27 de abril de 2011

"La sociedad secreta de Super villanos" (Julián Nugnes)


Leche manando de las profundidades del asfalto

Búfalos, gatos y perros devorados con los dientes, afilados

Sangre en las comisuras de las mujeres enloquecidas

Es eso lo que cantan los poetas en todas sus canciones

Y lo que susurran a mi oído las almohadas cuando duermo

Y lo que me quita la esperanza de unirme a la causa de la justicia

Lo que quiebra mis dedos por las noches

Para negarme, por altruista e infame, el placer del tacto

Pero mantengo mi esperanza, en una olla de caldo y fuego,

Revuelvo una venganza

Porque mi ejército afila sus lanzas

Si en la ceniza de la guerra perdida sigue humeando la poesía

Viernes

Día de pompa y circunstancia

Y Pequeños pañuelos retorcidos

Manchados con vino, sobre la cómoda

Pliegues de la realidad en el día penúltimo

Adictos al trabajo corriendo apurados

Apunados por un pensamiento vacío

Se me escurre el tiempo entre los dedos

Chirriantes, los dientes, cuando se escurre el tiempo

Los policías, en la esquina, burlándose de un travesti

Los carniceros, sudados, rodeados de ridículos ventiladorcitos

Los chicos y las chicas reparten sus magros currículums

Lustrando la mugre de corrientes con sus botitas pequeñas

Yo siento una brisa en la cara y me da risa.

Camino rápido y pienso rápido con imágenes inconexas, resueltas con intensidad de videoclip.

Atrapar las palabras ya me tiene sin cuidado.

Si, me he vuelto un desprolijo y descuidado.

Alguna vez un cocainómano me dijo que la marihuana es una droga de desprolijos. Qué prolijito se lo veía intentando mantener su carretilla domada y sus pelitos con el ungüento de su transpiración, y su camisa sudada con olor a futbol, y sus palabras atolondradas y ese encanto que se percibía distante, ido.

Su antiguo ángel había renunciado a continuar en ese cuerpo con ademanes exagerados, con pisadas repetitivas, caprichosas, saliva en las comisuras.

Por eso siento que estoy cerca de alguna luz extraña

Olvidando las palabras que me hicieron niño

Negando ese futuro que nos supone adultos

Esperando que algo pase sin hacer nada

Diciéndolo todo,

Al menos.

¿La verdad?

Pertenecemos a la sociedad secreta de supervillanos. Donde el mal nos chorrea de las manos y los dientes siempre chirriantes de tanto intentar dormir tranquilos, anudados. Sin reconocer jamás lo imposible de la tarea de hacer el bien, ni reducirnos a nuestra forma mínima.

Nos obnubila la fantasía inabarcable de lo que nunca llegaremos a ser. Hierve la sangre de poeta en aquel manantial eterno. El río incansable del conocimiento turbio universal, lo no dicho, lo trampeado por el sistema que creamos a cada letra.

El salto al vacío:

El amor es la necesidad de salir de sí por una puerta de rosas, ángeles, pétalos de miel y leche chorreantes.

jueves, 14 de abril de 2011

Poesía Blanca (Adilo)



Misteriosos son tus pechos.

Misteriosos, sí.


¿Y me preguntáis por qué te miro?


Cintura de gacela


Vestido rojo, floreado.




Y tus ojos que me incendian!



Tu caminar es


como un crepúsculo



andar bamboleante



la caída del sol



con tu cadera



clavándose en mi pecho




y la tarde bañándome
en besos.



Idea de tu gracioso cuerpo


mirada conquistadora



¿ En qué sitio enterrarás


mañana


tu grandioso cuerpo ?


Pezcado Rabioso…(Archibaldo Papeli)



El círculo es la base la vela la cúpula
el lugar desarmado y ansioso
de la palabra
y la rabiosa elocuencia
el alucinógeno veneno
de tu presencia
pegajosa y caliente como fantasma
húmedo de invierno que tira cintitas de
papel creppee al agua.
Agoniza la cuerda
Junto al ronquido de
en la via
bajo el puente verde.

martes, 5 de abril de 2011

Milpiés o la pedestre infinita (Alberto Díaz Flores)


Es verde cemento el suelo; la diminuta espiral que contrasta con él es obscura. El suelo es partícula más partícula más partícula aglutinada y alisada. La espiral es un animal en tubo enroscado; anillos articulados más anillos articulados, pies más pies multiplicados. El contraste de las formas y los colores favorece la visión a la andariega.
Ella tiene por costumbre no pasear de aquí para allá con los paradigmas que insisten, en su interior, hacer ciclar ciertas ideas que vedan a las demás. Sucede que si lo logra es libre y, a cada paso que da, se abre la posibilidad de hallar un desencadenante que logre poner con sus patitas a rodar a las imprevisibles habitantes de su hormiguero cerebral.
Intuye que al desechar todo entramado permanente romperá el orden que guardan en el presente, logrando que se vinculen aleatoriamente. Supone, también, que de tales desestructurados encuentros se desprenderán en forma de destellos nuevas relaciones entre los elementos.
Ha declarado en alguna ocasión remota ser la cruza entre un caleidoscopio y un reloj de arena. Y, recientemente, que se siente un fósforo rodeado de un universo rugoso capaz de encender la chispa que derive en fuego.
Se detuvo al lado del miriópodo y se puso en cuclillas para apreciarlo mejor. Repasó con su mirada las prolíferas líneas: las de los centenares de pies, las de las decenas de anillos y aquéllas que componían el curioso rostro de la pequeña bestia. Con el dedo índice siguió en el aire, unos centímetros arriba del cuerpo de la criatura, el curso de la espiral ancestral que lograba en su contorsión. Lo hizo varias veces hasta que una inercia propia del movimiento le hizo descender la falange hasta tocar al animal. Éste, al percibir el contacto, se retorció hasta enroscarse aún más, quedando hecho un nudo.
Recordó de pronto que un escriba, Diógenes Laercio, se había encargado de dejar dibujada palabra por palabra, que es sonido más sentido, más pretendido que certero, una breve anécdota cómica acontecida a Tales de Mileto. Recordó, más menos que más, que el más afamado de los siete sabios de Grecia, el astrónomo, caminaba por el bosque mirando el cielo. Trataba él, con afán, de descular lo que ocurría allá, donde brillaban los luceros y donde la medida humana del tiempo no servía para nada. Lo acompañaba una vieja a la que no le faltaba ni picardía ni mesura. Y en cierto momento de la caminata, Tales se caía dentro un pozo y recibía, además del golpe, un comentario desalentador…La vieja le decía, menos que más, que qué pretendía descubrir mirando allá en el cielo si no podía darse por enterado de lo que sucedía debajo de sus pies, allí en el suelo. El captor de los movimientos celestes anticiparía, poco tiempo después, un eclipse venidero.
Bajo la nueva forma de un nudo observó que el animal no tenía principio ni fin. El hormiguero entonces escupió, como un volcán escupe su lava, a sus moradoras; empezó a sentir los diversos cursos de los diversos pies. Reconoció el extraño deseo de pisar a la forma presintiendo el fin de cualquier angustia humana y, acto seguido, el deseo frugal de beber un helado de naranja.
Algunos memoriosos pies le trajeron el recuerdo de un relato inquietante sobre un hombre que perseguía hormigas en su domicilio. Otros, un anillo de Moebius compuesto con hormigas de M.C. Escher. Ya los surcos del túnel que anidaba en su cabeza estaban siendo atestados y floreció de pronto la imagen, en blanco y negro, del milpiés que estaba observando como si hubiese sido producto del talento de aquél artista.
Interrumpió el avistaje la interrogante sobre si corría algún peligro; pues una correveidile puso en foco que algunos ejemplares de la especie eran venenosos. Pero ella no era amiga del temor, el gran enlatador, y se concentró en el curioso modo de defensa dispuesto por el animal; en el hechizo que con esa forma mística y mágica parecía conjurar.
Casi no medió instante entre la ocurrencia de que el campeón de los pedestres era una suerte de umbral al infinito y el contacto de su dedo con él. Miró el sol insistentemente hasta cegarse y permaneció luego quieta unos momentos con los ojos cerrados. Puesto el telón negro, tras el exceso de luz recibido, los juegos de luces errantes que percibía se transmutaron de momento en el paisaje de un viaje cósmico.
Después de un rato retiró el dedo del miriópodo y abrió sus bellos ojos; en tropel convergieron de variados puntos imágenes peregrinas. Al cosmos se lo figuró entonces como un milpiés comiéndose a sí mismo por la cola al mismo tiempo que se regeneraba. Pudo entrever, con cierto pánico, la boca anhelante de la criatura, siempre hambrienta, que con la ayuda de unos pies ligeros no se tomaba respiro en el arte de engullir a sus otros pies que intentaban, en vano, huir.
Su cerebro se transformó, repentinamente, para ella en un nudo infinito de reciclaje. Las hormigas y los surcos cedieron su lugar entonces a la figura de una forma eterna de manifestaciones impermanentes y de transiciones paradójicas que se desplazaba imparable sobre sí misma. La dejó pálida la sensación de que unos sentidos dientes se estaban digiriendo los antiguos sentidos de unos viejos pasos, constantemente, y, por unos momentos, quedó absorta...
Miró al milpiés y se paró sin despegarle la vista. A continuación levantó su pierna derecha como para tentar un paso y luego la estiró dejándola recta tocando primeramente el suelo con el talón. Lanzada hacia adelante fue apoyando la planta del pie en su totalidad sin levantar su par izquierda totalmente hasta que su pierna derecha estuvo en posición vertical, perpendicular al suelo, y avanzó con la zurda guardando los mismos recaudos. Inicia así una veloz marcha agregando el movimiento de sus codos flexionados y el bamboleo de su tronco con el afán de lograr una mejor carrera.
Es verde cemento el suelo; un milpiés oscuro contrasta con él. Sus pasos se repiten unos sobre los otros, lo que no lo impide avanzar hasta perderse en la negra tierra.

domingo, 3 de abril de 2011

Selección de poemas (Lara Seijas)

Si digo tus labios
¿te besan mis palabras?
Tantos soles
en un solo sol
tallan en la naturaleza
las horas de los días.
Tantos soles
saliéndose del cuerpo.
Es apenas un leve viento
el que busca contar la raíz
de un misterio sin tiempo.
Tampoco si digo
un desierto rojo
de soles calmo mi sed
ni las letras dejan de rodar
en incisivas pequeñas llamas
que caen de la misma piel
sobre la misma piel
en la misma piel adentro de ella.
Así la sed frutos maduros
a punto de estallar:
frutos que queman pinceles del fuego
a sus carnales presas y se consumen
en la suavidad de las cáscaras moradas
y necesitan abrirse de sí pero se repliegan de placer
en el placer de las incisivas llamas doradas
que queman que hieren que detienen
el curso de las estaciones.
Eternidad, hilandera
que hilvana en el cuerpo
fuegos divinos.
El pasado traza
los hilos invisibles
que conducen mi vida
que penden de mi vida
pero que no son mi vida.
El presente
dispara eterno
contra los muros del lenguaje.
Me alejo me pierdo
en esta bastedad de vientos
que clavan bosques en las páginas,
me contemplo
entre pequeños cristales deshechos
que el firmamento desnuda
entre las copas de los árboles.

País (Adilo)

País brisa






----país prisa


país canto


--país llanto


-----(o planto)


País agrario


-----Gregario país de espinas


----y con campos país de soja


----deshoja


--sus frutos


País de ilusiones


----de canciones


----de poemas


----de estaciones


País de exilio


--de oportunismo


y de oprobio


De vergüenza


--y de soja y de campo


---y de siembra


-----(de soja).


País de padre europeo


--pero huérfano de madre.



País de tauras, de parias


-------país de gauchos


-----------de guachos

País sojero, cerealero,


---------ganadero


-----y de nuevo sojero.


País del Plata dulce


-------del todo vale


------por más tener


----País de la codicia


------más triste


y del canto más rebelde.

jueves, 31 de marzo de 2011

Un pequeño hombrecito (Archibaldo Papeli)

hombre pequeñito
déjame volar
hombre pequeñito
porque nunca entenderás.
A. Storni


Un pequeño hombrecito


trepa la pared.
Ojos de aguja
oleaje de piel.
Rosa, y plástica y bella como ella sólo sabe que pudo
Imaginarse. Tinturas espantosas que maravillan
¡Ahora!, las cosas son distintas,
la cara al espejo ---------- nocturno
falta mucho. Y Adán, tras la
manzana, respira.
Vuelvo de la calle abriendo puertas,
duras puertas que abro con duras
llaves
Hombre chiquito no rompas más las bolas
que si quiero soy más chiquitito que vos.

sábado, 19 de marzo de 2011

Reunión de Sabios (Archibaldo Papeli)



A: ¿Qué es la lujuria? Por favor ¡contestame! Es a vos a quien te lo pregunto! a ti, acongojado lector… dime, por favor… ¿Qué es? ¿En qué consta la lujuria?

D: La lujuria, consiste en gozar del goce, energía reconcentrada sobre sí misma, que cuando implota, pues, implota, tragándonos. Entonces, es bueno tener sexo con las hojas, con las flores, con los suelos, con los labios, con nuestro cuerpo, con aquello que registre la luz. La lujuria sigue siendo la misma, pero ahora se llama ansia de vivir.

D: Querido dotor, o dotora. Me acosa una pregunta como un fantasma burlón, me persigue como un bufón italiano que carga un mandolín chillón; dígame ¿qué es el color? ¿por qué está en el mundo, en el sueño, en los aromas y en las estrellas? ¿por qué está en mis sentimientos y en mis centros? ¿por qué se mueven como un remolino entre luces y sombras?

M: El color, como usted bien lo dice, es un juego de luces y sombras. Mejor dicho, el color es el resultado, concreto, de la refractación de la luz. Sepa usted, que sin la luz no existirían los colores, ni siquiera el brillo de las estrellas, ni los lugares esos a los que hace referencia. En fin, déjese atravesar por la luz y sea ¡felíz!

M: ¿Cómo te afecta, si es que te afecta, el silencio? ¿Por qué? Justificar las respuestas.

AI: El silencio me afecta para bien la mayoría de las veces. En realidad el problema es la falta de silencio, eso me afecta mucho más aún, afecta a mis nervios. ¿Justificación?: la vida a veces resulta inexpresablemente pantanosa.

AI: ¿qué vamos a hacer con el cordón umbilical que decidimos no perder?

AM: No tenemos demasiadas alternativas, podríamos dejarlo de adorno en el estudio de grabación.

AM: ¿Cuántas pruebas se realizaron y sin ningún resultado satisfactorio?

A: Aproximadamente se han espesado grandiosos acantilados de poesía. Dicha poesía se cristalizó sobre la base de una sabiduría real. Dicha poesía es sabor de saber.

La prueba está en el corazón que late. Está en la mano que ayuda. Prueba es el amor de una madre. Prueba es el amarillo de un beso.

La prueba eres tú!!!

AR: ¿Qué quiere la boca saborear de rico?

C: Una boca que haya terminado de pronunciar: (dos puntos)

“Hemos declarado el estado de sitio en todo en todo el territorio nacional.”

miércoles, 16 de marzo de 2011

Poema treintayuno (Adilo)


-----------------------------------A MIS 31

---------------------------A mis treinta y un

-----------------------------años de edad

---------------------------sos todo piernas

----------------------------todo oídos

----------------------------todo trenzas.

-----------------Sos caleidoscopio.

-----------------------Soy caracol

-----------------------y acueducto.

--------Soy estiércol

-----------------escuerzo

-------Soy alcornoque

----------Albaricoque.

Peluche. Querubín.

---Y mis falsedades

--------laten.

domingo, 13 de marzo de 2011

El instante (Alberto Díaz Flores)



1. El viaje

Salimos apresurados. Nos apremiaba la hora de partida del ferry y el anhelo de alejarnos de la jungla de cemento. Lloviznaba sostenidamente y se habían empañado las ventanillas del taxi al que nos subimos. Las luces de la calle, a través del vidrio brumoso, proyectaban sus haces en perfectas esferas; y, al tiempo que avanzaba el bólido, se convertían en fugaces estelas que desaparecían junto con el camino.
Abordamos últimos el buque y pasamos en la cubierta la mayor parte del viaje, fumando y charlando. Le conté que había leído un artículo ocultista esa tarde, antes de reunirnos, acerca de la espiritualidad. El autor desarrollaba una singular interpretación de la filosofía del yoga. Exponía asimismo una curiosa teoría de la evolución y de los ciclos adornada con descubrimientos pseudocientíficos de la época del escribiente y con algunas de las tesis funestas de Herbert Spencer. Por ejemplo, señalaba la existencia de Lemuria, un falso continente nacido en 1864 para intentar explicar el parentesco que tenían los lémures en Madagascar y sus antepasados en la India, y, entre otras ocurrencias, daba por verdadero el leivmotiv platónico de Atlantis.
Toda idea humana puesta en la rueda de la variación, repetida desde los tiempos inmemoriales, prolifera en diversas manifestaciones. Las creencias de este abogado norteamericano, que escribía bajo un pseudónimo hindú y era representante oculto, bastante evidente, de una sociedad secreta, nos situaban cursando el quinto ciclo de los siete que habría de tener el hombre en esta tierra. Los ciclos se sucedían tras grandes cataclismos que dejaban unos pocos supervivientes, los mejores, en un sentido evolutivo espiritual, que se encargaban de ser el cimiento de una nueva raza siempre mejorada.
En el primer ciclo, del reino animal surgió el alma humana; con la conciencia de sí mismo y dándose por enterado de su inteligencia comenzaba el hombre su sendero espiritual. En el segundo, los supervivientes del primero ejercieron su reino, todavía rudimentario, razón por la cual no había vestigios de su existencia. En el tercero, de la anterior semilla brotó una gran civilización que habitó una tierra ya hundida, ubicada en lo que ahora es el Pacífico, el Índico y Australia, llamada Lemuria; fueron sus hombres grandes espíritus que perecieron tras un terremoto y una inundación. En el cuarto, emergió Atlantis, bajo la instrucción de ciertos lemurianos que se supieron guardar oportunamente, hoy hundida en el Atlántico cerca de África; civilización mucho más adelantada, tecnológicamente -sobre todo en el ramo eléctrico-, que la nuestra hoy en día, de la cual los egipcios, persas, caldeos y griegos tuvieron influencia decisiva en sus albores. El quinto fue fundado por estos últimos y se extiende hasta la actualidad.
Al terminar de contarle el artículo hablamos, en un par de horas, de geología, biología, astronomía, filosofía, religión, política, ética, moral, espiritualidad y antropología entre otras cosas. Desde que nos conocíamos que estábamos en una misma gran charla. Nos deteníamos para dormir y para hacer las cosas necesarias para ganar el sustento. A veces, por días divagábamos en otras cuestiones pero siempre retornábamos a las mismas preocupaciones. Ya éramos muy hábiles y, en minutos, disponíamos todo el juego sobre el tapete.
Más tarde dejamos, de un momento a otro, de hablar y nos besamos en la cubierta. Abrazados por el frío, mirando las estrellas, sonrientes, nos quedamos en silencio un rato y, luego, bajamos para dormir. Las butacas eran incómodas y la sinfonía de ronquidos de un trío de pasajeros complicó mucho la misión. Ella soñó que la picaba una araña, me enteraría después. Y yo, que me perseguía una quimera sin forma en una oscura noche de la cual no podía huir nunca del todo sintiéndome harto impotente.
Al despertar, medios abombados, nos transportaron en un micro desde el puerto a la terminal de ómnibus. Cuando llegamos allí, nos sentamos en un bar. Ella tomó un café con leche y comió tostadas con manteca y dulce de leche; yo tomé un jugo de naranja y comí huevos revueltos con panceta. Después de dormir un rato más, sentados dentro de la terminal, fumamos afuera esperando otro rato el micro que nos llevaría hasta el pueblo costero que era nuestro destino.

2. El sitio

Un pintoresco camión enrejado nos transportó por la pesada arena hasta llegar al cabo, completando la travesía. El sol pegaba duro, eran cerca de las tres de la tarde, y arrastramos, con dificultad, nuestros bultos por la arena hasta llegar a dar con la amable chica que nos dio la llave del rancho que habíamos alquilado desde Buenos Aires. Tras investigar las instalaciones y escuchar las indicaciones pertinentes sobre higiene y seguridad, desarmamos los bolsos y acomodamos nuestros bártulos.
El rancho era modesto y encantador. Estaba compuesto por dos cuadrados dispuestos escalonadamente, con un defasaje de un metro. El primero de ellos era de material y estaba pintado de amarillo por fuera y de blanco por dentro; tenía un pequeño anexo, también de material, en forma de rectángulo en su parte posterior que constituía el baño, cuyo curioso piso era de hormigón y culos de botella. El otro cuadrado era de listones de madera por fuera y cortinas de esterillas por dentro, quedando en medio el aislamiento.
Los tres ambientes estaban en desnivel; el piso de madera del primer cuadrado, por el cual se accedía al rancho y a los dos ambientes restantes, estaba unos centímetros elevado sobre la tierra; el baño, en cambio, estaba por debajo de su nivel y el piso del otro cuadrado, por su parte, elevado respecto del primero.
La pequeña puerta, al frente, de un metro cuarenta, aproximadamente, estaba guarecida por una galería hecha con dos postes y una media sombra que terminaba un metro antes de la cachimba de material de la cual se extraía el agua necesaria para los quehaceres.
Al franquear la entrada, sobre el suelo a la izquierda, se encontraba el colchón de dos plazas con su cabecera debajo de una pequeña ventanita contigua a la puerta. Colgando del techo sobre el lecho había un mosquitero circular que se extendía para dormir protegido de los insectos. Al lado de la cama se hallaba la chimenea, cuyo tiraje, visto desde afuera, irregular y de color gris, parecía un pene. Apenas a medio metro, sobre esa misma medianera, y, justo antes del baño, había otra pequeña puerta idéntica a la de la entrada.
La división entre un cuadrado y otro era también de cortinas de esterillas y se extendía apenas comenzaba el segundo cuadrado, sobre la derecha, a un metro de la puerta de entrada, hasta una columna de tronco circular que preludiaba la apertura para el acceso al ambiente. Luego de ésta, en la parte sobrante que ya no daba con el primer cuadrado, un colchón y un almohadón grande se extendían a lo largo de la pared posterior del rancho configurando una zona de descanso.
Pegada a la cortina divisoria se encontraba la pequeña cocina, compuesta de una mesada alta donde se hallaban los utensilios de la cocina, y por dos garrafas con anafes colocadas sobre unos cajones. Había también una mesita desplegable y unas sillas playeras. Le daban luz al ambiente tres ventanas ubicadas en cada una de las paredes que daban al exterior.
Comimos una pizza comprada en un barcito cercano que junto al trajín del viaje nos obligó a dormir una siesta. Al despertar, fuimos a caminar por una de las playas que se extendía desde unas dunas hasta la zona rocosa donde estaba el faro, que se encontraba en la punta del cabo. A la otra playa la conoceríamos unos días después y se extendía desde el cabo hacia otras dunas. En medio de las dos costas se encontraba el pequeño pueblo.
El mar azul estaba revuelto y había poca gente, dispersa, sobre la enorme playa; el aire energético del mar nos llenó de gozo. Caminamos contentos por un buen rato dirigiéndonos al faro, descalzos, pisando la arena mojada. El sol estaba posado a nuestras espaldas sobre la otra costa; de cuando en cuando las olas nos tapaban por unos segundos los pies.
Mientras reíamos tomados de la mano a lo lejos percibimos un bulto negro. Cuando estuvimos más cerca, alejándonos de la mar, con cierta tristeza, vimos un lobo marino pequeño y acéfalo que había sido arrastrado por una crecida de la corriente hasta bien entrada la playa. Al rato volvimos a ver otro, y recién cuando llegamos a la zona rocosa, pudimos sacarnos la mala sensación que nos surcaba al observar que una veintena de ellos descansaban y jugueteaban allí en plena vida.
Regresamos desandando el camino hecho y nos sentamos para leer en un sitio que se nos antojo justo. Ella disfrutó a Proust y yo analicé a Borges, tomando notas al margen del libro. Luego de permanecer unas dos horas, decidimos volver al rancho después de observar, de espaldas al mar, cómo a lo lejos se ponía el sol con un bello tono cobrizo.
Mientras cargaba en la cachimba los baldes para dejar en el baño, pues no había agua corriente, escuché un pequeño grito y entré de inmediato. Con cara de terror y sin hablar, ella me señaló una araña marrón y peluda en la columna de madera. Le dije que era inofensiva y que era enemiga de las moscas que por decenas ya deambulaban por el interior del rancho pero fue en vano; la debí ultimar con mi ojota.
Tomamos unos mates y dispusimos las velas; ya se acercaba la noche y en el cabo no había luz eléctrica. Mientras preparaba la comida, me llamó para que mire por la ventana: el cielo estaba iluminado por miles de estrellas de un modo que ninguno de los dos había visto antes. Especulamos si la geografía del lugar o la falta de luz eléctrica y de contaminación eran las condiciones que permitían tal espectáculo; concluimos que se trataba un poco de todas.
Salimos para contemplar un rato la noche fuera del rancho; la luna estaba iniciando apenas su cuarto creciente, y luego, entramos para comer. Con la panza llena, después de festejarnos, nos dormimos.

3. Lo extraño

Nos levantamos algo turbados; percibí que cierta extrañeza nos comenzó a rondar. Ella, con espanto, y después de un buen rato, me contó cómo yo en su sueño la perseguía con una ojota para matarla. El acto era inverosímil y, evidentemente, un resto diurno metamorfoseado, le dije.
Intenté bromear al respecto, y la corrí un rato, amenazante, con el calzado de goma en la mano. No pude confesarle que la había soñado muerta dentro del pozo. En la soledad y el silencio de mi mente, medité en la rara confluencia de la huesuda en ambos sueños.
Desayunamos un té con unas galletitas y fuimos afuera para llenar los baldes para el baño y unos bidones pintados de negro que se debían dejar al sol para poder bañarse, al atardecer, con agua tibia. Ella entró para buscar los trastos utilizados en la noche y me llamó. “Está lleno de hormigas”, dijo señalándome el cadáver de la araña que estaba siendo rodeado por ellas. Luego me indicó con su dedo los platos donde habíamos dejado los restos de la comida que también estaban bajo su asedio.
Barrimos el lugar y fuimos a limpiar los utensilios sucios. El lavadero estaba afuera, al costado de la puerta de entrada, sobre la pared que sobresalía del primer cuadrado antes que empezara el segundo. Había allí una mesada, también el balde y la palangana que servían para llevar a cabo las operaciones pertinentes.
Hablamos sobre las arañas y me dijo que había tres tipos peligrosos que vivían en los hogares; recordaba que una era la viuda negra. Le conté que se comían al macho y bromeando al respecto le dije temía por mi vida.
Cerca de las 10.30hs fuimos a caminar y a leer un rato a la playa. Un par de veces, en voz alta, me recitó algunos pasajes que le gustaban. Ella estaba fascinada con Proust porque de un acto banal introducía un mundo.
Estaba un poco nublado pero el sol picaba duro y decidimos volver para almorzar. Al llegar, riendo me dijo que estaba todo rojo y, riendo, se subió arriba mío. El ardor que sentí fue terrible y le pedí que se bajara de inmediato. Me sentía raro, ardiente en un sentido literal, y manifesté que no quería más sol por el resto de la jornada. Después de comer ella se tiró en la cama y yo fui al baño; mientras estaba allí escuché un quejido y cuando salí me mostró el dorso de su mano derecha. Tenía una laceración pequeña en forma de herradura muy roja y la zona en derredor a ella muy hinchada. Tenía cara de dolor; “No es nada”, le dije para tranquilizarla.
Al correr la almohada para acostarme vi una araña gris y peluda que me apresuré a matar. Con cara de preocupación ella me miró a los ojos. Le repetí que no pasaba nada; apreté la ampolla que se había formado en su mano, vaciando su contenido, y le pasé alcohol a la herida para limpiarla. Luego de revisar la cama nos recostamos.
- Parece joda, soñé anteayer que me picaba una araña- me dijo.
- Viste cómo son las cosas. Hay una rara relación entre lo que nos habita la cabeza y lo que nos pasa.
- Vos insinúas que uno llama a las cosas.
- De algún modo sí, pero no linealmente; sino sería todo muy sencillo. Es como los sueños la realidad, un enigma de espacio y tiempo.
- ¿Me vas a matar?- me dijo riendo.
- Jajaja, no. Pero ya te corrí con una ojota. ¿Ves? Ahí hay dos ejemplos, un miedo transmutado en realidad y otro en una humorada.
- Bueno, pero hay algo en común: los dos fueron anticipadores.
- No coincido. Vos soñaste que te corría con una ojota porque me viste matar a la araña en la columna y después te corrí porque me contaste el sueño. Somos bastante limitados y no percibimos más que un registro lineal de la realidad, pero es mucho más compleja. Tanto que nos parece paradójica y quedamos girando sobre vacío muchas veces. Vivimos bajo una eterna sombra, al percibir con las dimensiones espacio- temporales algo que nos trasciende por mucho. Hasta ahora los científicos afirman que hay once dimensiones.
- Está bien; pero todo se da. En un punto que no lo vemos o de una forma que no imaginamos; pero está ahí.
- Esperemos que también haya, para nuestro bien, ilusión.- dije.
- Quizá ilusión es lo que llamamos a lo que nos pasó o a lo que nos va a pasar en otras vidas.
- Ese imaginario tiene mucha tradición y más adeptos que cualquier otra idea, me parece.

Después de seguir un rato conversando, salimos a la galería a tomar mate y a leer. A veces apartaba la vista de las líneas que cursaba para pensar. Miraba entonces el suelo sin verlo realmente y golpeaba sin ritmo el lápiz en el libro. En uno de esos lapsus me percaté, en cierto momento, que había hormigueros por todos lados. Curioso, me paré y examiné los alrededores del rancho. Exceptuando los lugares de paso asiduo, a saber, los caminos y la entrada, no había un metro cuadrado que no tuviese al menos cinco o más agujeros de hormigueros. Compartían el espacio dos tipos de hormigas; las pequeñas rojas y, tres veces más grandes, las negras con el culo pardo.
La casa, exceptuando todo el frente y el costado donde estaba la otra puerta, estaba rodeada por maleza enraizada en la arena. Mientras deambulaba por los pastizales observé saltar diversas langostas.
- Mira bonita, algo así son las cosas. Tenemos millones de hormigas alrededor y no las vimos hasta recién. Está lleno de langostas también. Con las estrellas anoche pasó lo mismo; todo está ahí pero hay circunstancias que te hacen ver. Circunstancias azarosas, en el sentido que tienen una causa cierta y eficiente pero que aparecen ante uno en un cierto e impreciso instante.-dije.
- Bueno, la historia del libro es desencadenada por un recuerdo; como si se abriera una puerta.- dijo, señalando el libro de Proust.
- Claro. Esa palabra, desencadenar, es precisa. Imagina que todo es una enorme continuidad sin principio ni fin, tu vida, mi vida, la de las hormigas, la de las estrellas. Todo debe su existencia a una serie de eventos. Acá y ahora, algunas hormigas están visibles; las de por allá atrás no. Las estrellas están ahí pero todavía no se ven. Todo está entrelazado sutilmente, todos somos necesarios para otros y estamos conectados en una dependencia por grados. Y aunque hay un culto por lo más grande sobre lo más chico es todo igual de necesario para el universo.
Nosotros alimentamos nuestro amor, por ejemplo, y nos aprendemos mutuamente; nos perdemos por ello-sin un sentido real de pérdida ¿no?- otras cosas que pasan en nuestro alrededor. Cierto día, algo nos llama a mirar distinto. No es eternamente excluyente una cosa por otra, pero en su aparición hay una obnubilación instantánea. Y en un instante, por supuesto a su modo, presentes están los infinitos de otras cosas.
- En un instante la eternidad.
- ¡Lo mío es la perorata; lo tuyo, una vez más, simple y categórico!

Reímos y luego entramos para preparar la cena. Mientras hacíamos la comida me surgieron las ganas de tomar algo frío. Tomé la linterna y tras despedirnos con un beso me fui a la despensa a buscar una gaseosa.
El camino estaba realmente oscuro y, a duras penas, luego de preguntar a varios caminantes, llegué a mi destino. Eran cuatrocientos metros de día; pero ahora me parecieron muchos más. Cuando volvía, después de comprar, pensé en lo que hablamos todo el día y en nuestros fatídicos sueños; un escalofrío me recorrió.
- ¡¡Guau, Guau!!
De la nada, salió un perro ladrador que me asustó y huí corriendo en vano, pues el can me siguió apenas. “Quizá lo asusté yo a él”, pensé cuando volví a caminar con normalidad. La linterna, de un momento a otro, entro a fallar y se apagó; no la pude volver a encender. Maldije. Estaba perdido pero me sabía cerca.
Caminé un rato en la oscuridad y sentí que alguien me seguía; llegaban a mis oídos los ruidos de unas pisadas, pero apenas volteaba cesaban y no veía nada ni a nadie. Decidí caminar marcha atrás para ver que ocurría, y no los volví a escuchar. Después de un rato, volteé nuevamente y los pasos reaparecieron…
Estaba bastante sugestionado y decidí continuar caminando sin dejarme ganar la espalda. Después de un rato de andar, no sin cierta dificultad, vi un fuego de refilón y me acerqué. Un tipo grandote con pelo largo y la cara como metida para adentro, sumergiéndose en una intensa barba, me saludó alegremente con la mano a lo que respondí:
- ¿Cómo va? Che, se me rompió la linterna y llegué ayer por lo cual estoy doblemente perdido. Estoy parando en la casa amarilla. ¿La ubicás?
- Sí, pero está lejos de acá. ¿La que tiene la chimenea que parece una poronga decís vos?
- La misma. ¿Lejos? Recién salgo de la despensa y no caminé tanto.
- Te pasaste y bastante. Estamos a mil quinientos metros de tu rancho.
- ¿En serio? Pero, si salí hace quince minutos de ahí.
- Loco, son las doce ya y la despensa cierra a la diez.
- Uff! Bueno…¿Me decís cómo llego?
- Primero, tomá, te presto una linterna; tráemela mañana. Seguí por el camino, es hincha huevo andar por la arena pesada pero así no te vas a perder. ¿Víste que el camino se tuerce y que está la casa marrón grande cerca de la tuya?, ¿Víste? Bueno, ahí ya estás.
- Gracias loco, mañana te la traigo.
Toqué la gaseosa y estaba fría. Tomé el sendero y empecé a caminar. “¡Qué tipo raro!”, pensé. Llegué después de un rato, tenía las piernas duras por la resistencia de la arena. Apenas entré, dije apresurado:
- ¡Me perdí! Me asustó un perro, se me rompió la linterna, después sentí que alguien me seguía, y me pasé un montón de largo. Por suerte me crucé con un tipo bastante extraño que me prestó ésta linterna y me indicó cómo volver.
- Sos un pelotudo, no me jodas más -dijo enojada y llorando.
- ¿Qué te pasa?
- ¿Qué te pasa a vos? No sos gracioso, cortála antes.
- Ei ei ei, tranquila. ¿Qué pasa?
- Me asustaste y me hiciste quemar la comida. Eso pasa.
- Loca, fui a comprar una gaseosa y me perdí.
- Loco, tres horas tardaste. Me golpeaste todas las puertas y las ventanas, te pedí que pararas y de nuevo arrancaste. Vos no sos así boludo, ¿Qué te agarró?
- No tengo la más puta idea de lo que me hablas.
- No quiero dormir con vos hoy, tirate ahí y no me jodas más.
- Mirá loca…- en ese momento vi el reloj. ¿Las doce y media? –exclamé.
- No me hables…
Quise abrazarla pero me dio un tortazo. Enojado me fui a acostar al colchón de la cocina, prendí un cigarrillo y empecé a meditar sobre el asunto. Nada tenía sentido.
La noche fue difícil. La escuché llorar pero no me quise acercar. Los grillos y los saltamontes producían sus sonidos alternadamente y ocupaban el silencio. Dentro del rancho, un pequeño crujir insistente de la madera completaba la terrible orquestación. Pude dormir poco. Sentí un pinchazo y abrí los ojos; con cara de loca y riendo revolvía un puñal, con el mango de pata de cabra, en mi estómago.
Desperté asustado y me toqué el estómago; nada. Miré la cama y ella no estaba allí. Abrí el candado de la puerta principal y salí; grité su nombre en la noche oscura. Nadie respondió. Saqué una silla y me quedé allí, esperando por ella.
4. El desandar
Por la mañana, me despertó con un mate.
- ¿Vos estás loco? ¿Dormiste acá afuera?- me dijo.
- ¿Dónde te fuiste anoche?-retruqué.
- ¡¿Qué?! A ningún lado. Basta, ¡Pará! porque me tomo un micro y me voy a la mierda.
- Pasa algo raro acá. Charlemos, porque hay algo que no está bien. ¿Qué nos pasa?-dije preocupado.
Nos fuimos a la playa y le pedí que me cuente lo que aconteció la noche anterior, desde que me fui hasta que volví. De mal grado accedió. Me dijo, antes de empezar, que si le estaba tomando el pelo me detuviera allí, puesto que se iría. Me hizo jurarle por ella que no estaba mintiendo y recién luego comenzó a relatarme lo acontecido…
Después de terminar de hacer la comida me espero un rato. Pasó una hora y salió con la linterna, preocupada de que me hubiera pasado algo. Hizo el camino hasta la despensa y preguntó si yo había estado comprando. Le dijeron que sí, y volvió pensando que nos habíamos descruzado en el camino y que yo ya estaría en el rancho. Al llegar, encontró la ventana al frente de la cocina abierta y pensó que yo había entrado, pero para su sorpresa no me halló adentro.
Nos habían dicho, el primer día, que nos teníamos que preocupar por no perder la llave sobre todas las cosas, ya que era muy pequeña. Del resto, no había de que temer; guardando los recaudos normales, como esconder el dinero, por si sucedía lo que era poco probable que sucediera.
Ella pensó que yo habría salido a buscarla, puso a calentar la comida en mínimo, y me esperó. Luego de un rato, escuchó golpes en una ventana y se acercó; no había nadie. Escuchó los golpes detrás suyo, en la ventana opuesta, y fue a ver, pero sólo llegaron a sus ojos la arena vacía y la oscuridad. Los golpes entonces se sucedieron de ventana en ventana y en las puertas; corrió por la casa intentando poder captar al responsable. No vio nada. Pensó en salir pero no se atrevió.
Decidió cerrar las cortinas que se encontraban abiertas y tomar un cuchillo. Entonces todo empeoró; los golpes comenzaron más fuertes y a darse más rápidos y circularmente. Cada uno de ellos la estremecía. En unos minutos habían tocado todos los vidrios. Decidió entonces ponerse a espiar, de rodillas, tras la cortina de una de las ventanas; expectante y temblando percibió la noche…
De pronto, una sombra rápida golpeó el vidrio en sus narices y se esfumó. Ella gritó, invocando mi nombre, para que se detuviera y, por un rato, no hubo más ruidos. Pensó que era yo gastándole una broma de mal gusto. Me dijo que entrase y que dejara de pavear porque la estaba asustando. Sintió el ruido de la ventana que tenía detrás de sí. Se acercó entonces, rápidamente, a la pequeña ventanita que tenía al lado suyo pensando en pescar al bromista anticipándose a su próximo movimiento y se quedó mirando con un ojo tras la cortina…
Sintió que algo le rozó el pie; pálida, presa del pánico, giró el cuerpo, lentamente…
No vio nada.
Al volver la cabeza y mirar por la ventana, una figura alta en la oscuridad desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Entró en una crisis de angustia y lloró mucho; entonces los ruidos cesaron. El olor a quemado la volvió en sí. Luego de un tiempo, entré yo con mi acelere verbal.
Por mi parte, le conté mi experiencia. Le hablé de mi desorientación y del susto que me dio el perro. Le conté que la linterna se apagó y de los pasos que, unos minutos después, comencé a sentir a mis espaldas; de la marcha en reversa y del cese de la persecución. Luego le relaté, pormenorizadamente, el encuentro con el extraño tipo.
Le juré que no había sido yo quien golpeó las ventanas, y que, de seguro, se trataba de una aventura de niños; en el rancho marrón había varios muchachitos de doce. Le dije, que lo que me resultaba más raro era el tiempo que me había tomado llevar a cabo la misión hidratante. Mi sensación fue que pasé una hora, como mucho, fuera y cuando el cara de desagüe me dijo que eran las doce no le creí; de hecho, la gaseosa seguía fría cuando la toqué. Le conté de mi despertar en la noche, obviando el sueño, y que no la encontré en la cama por lo cual salí a esperar por ella en la galería.
Me miró fijamente, la noté incrédula, pero me abrazó y nos besamos. Con bastante temor, me decidí a preguntarle qué había soñado ella en la noche. Agitó la cabeza al tiempo que me dijo “nada”, pero su rostro la delató. Insistí, y me confesó que soñó que un hombre me apuñalaba en un forcejeo.
Volvimos a la casa y reparé que en el suelo había un diminuto montículo de aserrín muy fino junto a los listones. Le pregunté qué sería. Me dijo que eran los restos de las tareas del bicho taladro, que se comía la madera por la noche haciendo un ruido similar a un crujido.
Antes de ir a comer, decidimos devolverle la linterna al hombre. Caminamos un largo rato por la pesada arena y por fin llegamos a la casa que identifiqué por la curiosa bandera que había visto la noche anterior. Saludé al tipo y giré mi rostro hacia ella; la noté pálida. Me adelanté entonces y le di la linterna agradeciéndole, rápidamente, al hombre y decliné su oferta de quedarnos a tomar unos mates.
Al alejarnos, le pregunté qué tenía. “Ese tipo era el que te apuñalaba”, me contestó. Me extrañó percibir cierta malicia en la frase, y recuerdo que dije una tontera para salir del mal trago.
Fuimos a comer pescado en un bar y tomamos unos jugos de mango. Luego, visitamos el faro. Desde allí se veía, con claridad, la inmensidad del mar. Charlamos pavadas mientras regresábamos y se nos ocurrió hacer un pollo asado por la noche. Compramos las provisiones pertinentes y pedimos prestada una parrilla a los vecinos del rancho marrón. Los muchachitos cuando nos vieron llegar empezaron a cuchichear y la codeé para que los viese.
El tipo del rancho me ofreció además una pala para mover el carbón, la cual acepté. Mientras nos alejábamos, dije bien fuerte levantándola: “Me viene muy bien, sobre todo para enterrar a los bichos molestos que se pegan a las ventanas”. La frase no tenía mucho sentido pero el tipo dibujó una sonrisa condescendiente; yo buscaba ser efectista aunque me faltó ocurrencia.
- Vas a ver que no joden más- le dije mientras volvíamos.
Antes de encender el fuego nos dimos un revolcón. Mientras estaba sobre ella, me dio fuertes mordiscones en las orejas y en el cuero cabelludo; la tomé entonces de las muñecas y fui algo violento.
Me percaté, después de un rato de terminar, que me había lastimado. No quise hablar sobre el tema pero me cercioré de que me viese los restos de sangre; ella no se inmutó. Si bien me encontraba molesto, busqué disimularlo. Prendí el fuego, y me senté a un costado con la sinuosa. Sin pensarlo canté “Amablemente”, y no sé por qué la miré fijamente.
Abrir el pollo fue arduo, ningún cuchillo servía. Tuve que clavar fuerte el pecho del ave varias veces y terminar el trabajo con mis propias manos. Luego de comer, bebimos un vino y nos acostamos temprano.


5. Constelaciones

Despertamos al alba pero no quisimos levantarnos. Nos alegró saber que ambos aparecimos, eróticamente, en los sueños del otro. A media mañana, recién, nos pusimos en pie. Decidimos, luego de desayunar, visitar la otra playa y partimos con todo lo necesario.
Alquilamos unas reposeras y una sombrilla y leímos un buen rato. Yo seguí tomando notas en lo márgenes del libro y, mientras apuntaba una idea sobre la transmutación, ella me tocó el brazo y me señaló unas toninas que jugueteaban cerca de la costa.
Fue por unos licuados a un bar que estaba unos treinta metros a nuestras espaldas y yo seguí con lo mío. Me pareció que estaba tardando y la busqué con la mirada, miré la barra pero no había nadie. Miré hacia un costado y la vi riendo animadamente; hablaba con alguien que estaba apoyado sobre la pared que me era ciega. Miré el mar y seguí leyendo; campaneé de nuevo al rato porque seguía tardando y, esta vez, la encontré en el bar. Llegó, luego, con dos licuados de sandía. Le dije que había tardado mucho y me respondió que había mucha cola. No dije nada.
Pasamos el día en la playa y cuando volvíamos pasamos a comprar algunas provisiones. Camino al rancho, unas avispas nos comenzaron a rondar: una me golpeó en el rostro y otra le picó la pierna a ella. Cuando estábamos llegando, vimos que los muchachitos estaban cerca de nuestro de pozo rodeando algo que se encontraba en el suelo; al vernos se alejaron.
Sentimos curiosidad y nos acercamos a mirar… había una mantis verde en la arena. Era muy bella y nos quedamos apreciando sus formas y sus movimientos. Le dije que, en algunas ocasiones, mientras copulaban, la hembra se comía la cabeza del macho. Rió.
Después de comer, salimos con las sillas a contemplar la noche; no había una sola nube y, en el cielo, las estrellas alegraban el ánima. Hablamos un rato sobre los cielos, sobre el cosmos. Estábamos viendo en ese instante luces, quizá, apagadas ya. Nos quisimos mucho y nos dormimos. El asedio de unas avispas en mi sueño me despertó; me hallé solo en la cama. Al subir la vista, allí estaba…
Apretando la pata de una cabra, empuñando la cuchilla que había soñado. Caminé hacia atrás con las manos alejándome de ella; debió pensar que era una broma y se rió. No percibió mi miedo.
- No me podía dormir. Mirá lo que acabo de encontrar, dijo. Estaba debajo de las sartenes, en una caja. Qué lástima que no lo vimos a la tarde, no te hubiese costado tanto partir el pollo -exclamó.
- Sí, sí que lástima -alcancé a decir, entrecortado.
Levantamos el mosquitero y fumamos unos cigarrillos tirados en la cama, charlando. De repente, escuchamos tres golpecitos en el vidrio ventana…
Nos miramos y levantamos nuestras cejas. Me levanté a pispear, pero no vi a nadie. Quise salir pero ella me detuvo, me dijo que tenía miedo. Agarré el cuchillo de la pata de cabra y la linterna y salí pese a sus súplicas; rodeé la casa, enajenado, pero no hallé nada. Entré y nos sentamos en la mesa, preparamos un café y acordamos que mañana nos iríamos del lugar. Algo anormal nos estaba aconteciendo. Interpretamos los sucesos como presagios de mal agüero y estuvimos de acuerdo en no arriesgarnos a verificar ni eso ni lo contrario.
No pegamos un ojo, ella estaba visiblemente cansada ya que no había dormido ni siquiera unos minutos antes de que nos desvelara el ruido. Siendo las nueve, fuimos a cambiar el pasaje. Tuvimos que esperar una hora hasta que abriera la agencia. Desayunamos unos panqueques con dulce de leche que nos levantaron un poco el ánimo.
Para nuestra desgracia, pudimos cambiar los pasajes para el otro día recién. No queríamos quedarnos pero estábamos obligados. No nos agradaba un ápice la circunstancia, pero la intenté tranquilizar. Le dije que, necesariamente, no debía ser trágico nuestro futuro allí; quizá toda la secuencia era una advertencia de un hecho menos funesto, como el de contagiarnos hongos recuerdo haber dicho, en un intento de cambiarle el tono al asunto.
Regresamos al rancho y preparamos los bolsos dejando todo listo. Almorzamos unos fideos y rentamos una excursión a caballo para la tarde. Después de dormir una siesta, de la cual ninguno recordó su sueño, salimos para ir a la excursión. Recorrimos las dunas y visitamos algunas playas que estaban deshabitadas. Cenamos afuera bien temprano, cosa de llegar antes de que oscurezca al rancho.
La noche estaba hermosa; la luna reflejaba la luz del sol en la tierra más que en las noches previas. Llegaría, en dos días, a estar iluminada en tres de sus cuartas partes, camino al plenilunio. Habíamos decidido velar, y prender un fuego para que el frente estuviese iluminado. Cruzamos un par de miradas nerviosas, sentíamos miedo.
Jugamos a las cartas para distraernos un poco. Alrededor de las tres de la mañana escuchamos un tac tac tac en el vidrio. Yo salí corriendo del rancho munido con un palo; ella, detrás de mí, con el cuchillo de la pata de cabra pidiéndome que no lo hiciera.


Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. El sol doraba el rostro del comisario Ramírez y de mi compañero, el cabo Rodríguez. Estábamos perplejos; la escena era terrorífica.
El hombre yacía en el fondo de la cachimba con la cabeza bajo el agua teñida de rojo y su trasero apuntaba al cielo. Encontramos una cuchilla con el mango de la pata de una cabra al costado del pozo con restos del estómago del sujeto.
También había un libro tirado allí, muy cerca; una araña peluda caminaba sobre su lomo. Después descubriríamos que en los márgenes del libro estaban escritas, en cursiva, partes de la historia que se acaba de transcribir; el resto se completaba con las palabras que no habían sido tachadas de los cuentos impresos en el ejemplar.
Las cinco partes del relato transcripto se correspondían, prolijamente, a cada uno de los cinco textos que componían el volumen; sus títulos estaban tachados y sobre ellos habían sido colocados otros. El libro trataba de algo totalmente distinto al asunto escabroso. Se trataba de un compendio dedicado al tiempo, a los ciclos y a la eternidad.
Encontramos los bolsos del hombre y de la mujer, sus documentos, pasajes y efectos de valor; no faltaba nada. Cotejamos los eventos siguiendo la ruta del relato y constatamos que cada detalle de sus movimientos era cierto.
Lo único que no hallamos fue al hombre extraño ni su casa. Fue curioso encontrar, al final del libro, dibujado un rancho con un estandarte del que colgaba una bandera pirata; había un hombre al lado, cuyo rostro estaba hundido en una frondosa barba, sosteniendo una linterna en la mano.
El caso quedó sin resolver; nunca hallamos a la mujer, ni comprendimos la secuencia de eventos. Cada vez que hablamos al respecto, si bien intentamos evitar el tema de en cuando en cuando aflora, ninguno de nosotros puede ocultar la incomodidad en que nos sumerge este enigma siniestro.